¡Hola como están todos!
Espero que se encuentren muy bien de salud y de ánimo, para enfrentar este año 2022. Como digo en el encabezado, estamos a pocos días de cumplir 10 años de vida como DOJO de AIKIDO.
Siendo realista y mirado de un punto de vista imparcial, no son tantos años, si lo comparamos con otros dojos que conocemos en el mundo, e incluso de nuestro país, no son muchos, son poquitos. Sin embargo, que alegría me provoca cada vez que lo pienso, 10 años, imposible evitar esbozar una sonrisa.
La razón es simple, el corazón y el sentimiento habla por sí solo. La pasión que despertó en mi el Aikido y el deseo que este camino lo conocieran otros fue el motor de este sueño.
No les hablare de nuestra historia porque eso está relatado en nuestra página web, pero si les hablare de las incertidumbres que provocaron en mí, el tomar esta decisión. Una tras otra, fueron verdaderas vayas de una larga carrera con obstáculos.
Todo Dojo de esta naturaleza se inicia con una idea en la cabeza de alguien o de varios, en donde se desea generar un espacio para entrenar AIKIDO. Eso es relativamente fácil que a alguien se le ocurra. El ambiente de compañerismo en la práctica, la alegría de compartir el Aikido con buenas personas que concurren a este tipo de actividades, resultan replicables.
Sin embargo materializar esa idea, vaya sí que cuesta, y que sin números de desafíos implica.
Lejos de pensar en los inconvenientes logísticos, económicos y políticos legales, que son muy difíciles de sortear, están las cosas más sustanciales y relevantes del tipo ético y de responsabilidad propia, para ser la cabeza y difundir un arte marcial como el AIKIDO.
Las primeras preguntas que saltaron a mi pensamiento son:
¿Seré la persona idónea para hacer esto?, ¿Tengo el suficiente conocimiento para poder enseñar?, ¿Puedo ser la cabeza de un Dojo?, ¿Podre responsabilizarme de tener alumnos?
Todas estas interrogantes surgieron en esos momentos y se han mantenido en mi cabeza por siempre.
Como opción personal tome la idea, de jamás responderlas del todo, y creo que algunas de ellas se repiten menos con el tiempo transcurrido, pero sinceramente no deseo borrarlas contestándolas, porque siento que sería como llegar a algún destino con ellas y en realidad prefiero mantenerme en el viaje.
Obviamente hablamos desde una perspectiva alejada del ego, ya que si dejásemos que el contestara, y tenemos algo de susceptibilidad y gusto hacia el trabajo que hace con nosotros, tendríamos al mejor de los si-istas representados respondiendo.
Otras preguntas referidas a la logística también fueron un desafío y que contenían un trasfondo muy interesante, por ejemplo la siguiente: ¿dónde quiero mi Dojo? y después ¿por qué lo quiero ahí?
Estas dos preguntas tienen varias aristas y están unidas al concepto de lo que deseo hacer con mi enseñanza y con el lugar en donde me estableceré.
Si quiero que vaya mucha gente, obviamente debo establecerlo en algún punto neurálgico donde transite o lo vean muchas personas, luego, viene la pregunta, porque deseo que vaya mucha gente y para que, el que vaya mucha gente.
Quizás, pensando en resolver el problema económico y que se tengan recursos disponibles para este proyecto es viable este pensar, pero otras tantas preguntas y respuestas surgirán de ese momento.
Nuevamente hay que alejarse del ego, ya que si dejamos que este responda, este diría quiero tener el Dojo más grande del universo.
Otras inquietudes por ejemplo, son si el Dojo se llenase de gente, que enseñare; que busco como profesor en esa enseñanza en particular; que deseo que la gente aprenda; que no quiero que mis alumnos aprendan; podre enseñar lo que quiero enseñar; dejare que cualquiera aprenda lo que enseño; como evaluare a quien enseño entonces; es correcto enseñar esto o aquello, y podríamos llenar un libro de preguntas, y luego hacer otro de respuestas.
Les escribo de esto, porque toda esta generación de cuestionamientos, son por los que yo pase al tener la idea de establecer un Dojo propio de Aikido, y hoy sinceramente, veo que ese periodo fue el más difícil para mí.
Mirando hacia atrás, hubo mucho trabajo y tiempo de discernimiento, días y muchas horas de reflexión, meditación y también porque no decirlo, mucha angustia.
Ahora veo que todo eso fue tremendamente necesario para poder diseñar un buen proyecto de Dojo, definir el motivo de fondo que quería lograr, establecer una misión propia y un propósito para la escuela, para luego darle forma a nuestra enseñanza.
Mis pobres primeros alumnos sufrieron con esos primeros años de creación del Dojo, en ese periodo ocurrió todo este trabajo reflexivo, que junto a un entrenamiento realmente implacable hicimos las bases que se constituyeron en la fundación de esta construcción de escuela.
Hablamos de una constante exigencia física, mental y técnica, un estricto sentido de eficacia en el movimiento, y finalmente que siempre, el ejercicio de la ejecución fuera funcional al hacerlo. Eso fue lo que buscábamos enseñar.
Por qué hacerlo así, básicamente porque nuestra intención fue desde un comienzo, respetar nuestro arte, como arte marcial tradicional y también el respetar a nuestros alumnos. Creemos que la mejor forma de hacerlo es ser exigentes con el aprendizaje, enseñando elementos y herramientas que puedan servir en los diferentes escenarios que nos propone la vida actual. Y eso solo se hace, haciendo reflexionar a los ejecutores de que esta es la forma, no porque yo lo digo, sino porque el alumno se da cuenta que si lo hace de otra manera no tiene el mismo resultado.
Pienso muy de corazón, que eso fue lo que nos ha hecho perdurar en este transcurso de tiempo, y mantener esa idea, es lo que nos sigue proyectando hacia el futuro.
Revisando números y sacando cuentas, en estos 10 años rondamos las casi mil personas que han pasado por nuestras aulas como alumnos inscritos, tampoco es muchísimo, pero recuerdo que para establecernos donde y como hoy estamos, hemos trabajado y recorrido más de 8 comunas del país.
Muchos de esos alumnos por diferentes motivos dejaron la práctica continua, algunos definitivamente la abandonaron, otros siguen practicando o entrenando en otros grupos para mantenerse en movimiento. La gran mayoría cuando comenzó, no sabía de que se trataba el AIKIDO, algunos ni siquiera lo habían escuchado, pero hoy luego de ser alumnos, lo conocen, lo difunden y lo respetan como arte y como práctica marcial. Casi todos, aún se consideran alumnos del MAIPU KAI y me dicen Sensei donde nos encontramos.
Para no alargarme más, finalizo diciendo que para mi este transcurso de tiempo ha significado madurar en aspectos sustanciales de mi perspectiva del ser, estoy muy agradecido de la vida de haber sentido la necesidad de conocer este arte, de haber podido practicarlo y de poder seguir estudiando y mejorando.
Conocer la filosofía desde donde O´Sensei fundamento sus descubrimientos, no solo me hicieron sentido, sino que fueron la nitidez que yo necesitaba para descubrir hacia donde ir y que buscar.
Ahora este arte es lo que me motiva a vivir día tras día, enseñarlo es lo que me apasiona, y practicar y entrenarlo hace que me sienta vivo para mejorar y pulir defectos que arrastro como persona.
La misión siempre fue difundir el AIKIDO con el propósito de que otros se beneficien de este arte como a mí me ha ocurrido, la forma, ustedes ya la conocen, como decía el fundador “sin tregua ni descanso practicar el Arte de la Paz”.
Larga vida, y Feliz Décimo Aniversario MAUPU KAI Aikido Dojo. Que así sea !